En el mundo extraordinariamente intercomunicado del inicio del siglo XXI, una de las discusiones que se desarrollan en los ámbitos del análisis y de la reflexión -pero también en los de las charlas cotidianas de aquellos preocupados por sus circunstancias- es la dicotomía entre globalización y culturas nacionales.
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Para las ideologías en boga, la globalización es un hecho evidente e inevitable que se reduce a un conjunto de fenómenos como la internacionalización de los mercados financieros, los avances de la informática y la producción a escala, manifestada en la realidad como cuestiones que responden a los intereses de las sociedades anónimas y de los grandes consorcios transnacionales industriales y financieros, cuya irrestricta circulación de capitales ha dejado poco espacio a los mecanismos reguladores del estado, con el consiguiente debilitamiento del modelo Estado-Nación.
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En palabras del filósofo mexicano Luis Villoro:
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"La globalización a fines de este siglo es, por un lado, la esperanza en la integración final de la humanidad en una cultura universal, la comunicación de todos los pueblos sin restricciones, su convergencia en una unidad superior, la eliminación de sus oposiciones. Pero, por otro lado, es la enajenación, la desintegración de las culturas particulares que esa convergencia ha arrastrado hasta ahora; de aquí que a menudo la cultura es puesta al servicio de los intereses que dominan el mercado. La pretendida cultura universal cobra entonces el aspecto de una impostura. Los medios informativos se encargan de difundir una cultura uniformada, comercializada, desprovista de valores superiores, que las metrópolis exportan a las ciudades del tercer mundo y estas al resto del país. La modernización de las viejas sociedades se acompaña a menudo del reemplazo de ricas culturas tradicionales por los vulgares patrones comerciales que responden a intereses económicos y políticos particulares de una mediocre sociedad de consumo".
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Frente a este fenómeno que caracteriza la modernidad de las sociedades avanzadas, el desarrollo histórico semejante de los países de América Latina permite hablar de un espacio cultural latinoamericano en el que coexisten muchas identidades y señala que la situación de dependencia compartida ha dado lugar a movimientos que intentan volver a las raíces propias. En principio, se puede afirmar que dichos movimientos se dan en torno a la decisión de mantener viva la memoria histórica y de reconocer y valorar las diferencias entre las culturas dentro del mundo globalizado, lo que exige abrir espacios en los procesos de homogenización tecnológica, para la diversidad de representaciones simbólicas, y aceptar la creatividad e imaginación que las acompañan, asegurando que no crezca la brecha entre quienes cuentan con recursos para preservar sus identidades y aquellos que al no tenerlos son excluidos de la tecnología de punta y dejados atrás en la ciberhistoria.
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En estas circunstancias están insertos los afanes de los documentalistas. La cultura latinoamericana (india, negra, mulata, europea, mestiza, judía, árabe) ya no se puede definir como una sola realidad. Son las diferencias y los contactos el seguro de la creatividad, el aprovechamiento de esta riqueza conduce al replanteamiento del significado de "documental", más de un siglo después de que los hermanos Lumiere filmaran a los obreros saliendo de la fábrica.
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Así mismo la significalidad del documental consiste en que los fenómenos sociohistóricos adquieren a través del manejo de las imágenes y de su discurso interno, la concreción individual; el o los protagonistas hablan con sus propias palabras de sus sentimientos y sus experiencias. El documental, como otros discursos sobre lo existente, se inscribe en el terreno de la responsabilidad social. Hablar de leyes, justicia, educación, economía, política, estado y nación es referirse a las construcciones actuales de la realidad colectiva. La historia entra aquí como un elemento clave, porque el espectador no recibe una somera descripción de los hechos, sino que se encuentra ante un proceso activo de fabricación, nutrido de valores y significados, de conceptos y orientaciones que apelan a la relación.
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El género documental es una representación de la realidad -no una ventana de la misma- que, al ser aprehendida por los espectadores, quienes se identifican con su discurso, deviene de un elemento concreto de los procesos históricos, en un instrumento de observación, investigación y testimonio de los fenómenos sociales.
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El documental es una forma de representación no una "ventana" de la realidad a la cual transforma -gracias a la mirada original de su autor- y da prueba, hoy en día, de un espíritu de innovación, en su concepción, su realización y su escritura.
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El reconocido documentalista chileno Patricio Guzmán, afirma:
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"Es una tarea impostergable crear espacios de difusión, de diálogo, de exhibición, para nuestros propios creadores de documentales en América Latina y España, donde hay un importante número de autores de este género que merece más atención por parte de todos. Un país, una región, una ciudad que no produce género documental, es como una familia sin album fotográfico (es decir, una comunidad sin imagen, sin memoria). Las imágenes documentales configuran una isla en la memoria, chispazos fugaces en la gran oscuridad del olvido. Sin duda, la memoria individual y colectiva son la expresión más común del cine documental de todos los tiempos".
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A partir de las reflexiones anteriores, en marzo de 2000 nace Voces contra el Silencio. Video Independiente A. C., organismo no gubernamental, independiente e integrador dedicado a promover el reconocimiento del género documental de carácter social realizado en video, como un medio audiovisual de carácter y definición específicos, estrechamente vinculado a los movimientos sociales y al conjunto de la sociedad civil, mediante el mantenimiento de relaciones de trabajo con videoastas, académicos, investigadores, organizadores y activistas de organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales; así como de la estructuración de un sistema que abarque la producción, distribución y exhibición de las obras del género documental para beneficio, no sólo de los creadores en particular, sino de un público interesado en conocer, reflexionar y transformar su realidad individual y social.
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Cristián Calónico y Margarita Suzán - Coordinacion General
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